jueves, 22 de enero de 2015

Lingüística + Pedagogía + Psicología = Facilitador

Intentar establecer una jerarquía a priori entre estas tres disciplinas podría llevarnos a caer en un sinsentido. La primera pregunta que debemos hacernos es qué tenemos que tomar como punto de referencia para establecer esta jerarquía. En mi opinión, crear una clasificación entre tres disciplinas que a simple vista no presentan relación alguna entre ellas es imposible, ya que cada una de ellas tiene un ámbito de aplicación totalmente exclusivo y delimitado de las demás.
Sin embargo, si tomamos como objeto de referencia la figura del enseñante de lenguas, entonces sí que podríamos intentar establecer una jerarquía; o mejor dicho: entonces sí que tiene sentido hablar de «relación» entre estas tres disciplinas.
Como todos sabemos, el lingüista estudia la ciencia del lenguaje; el pedagogo, los métodos y procesos que permiten la enseñanza y el aprendizaje de una ciencia; y el psicólogo, el funcionamiento de cualquier tipo de proceso mental. Ahora bien, ¿cómo confluyen estas tres disciplinas en la figura del enseñante de lenguas?
Como explica Pérez de Obanos en La competencia docente y el desarrollo profesional: hacia un enfoque reflexivo en la enseñanza de ELE (2009), el «facilitador» (enseñante de lenguas) no solo busca ampliar progresivamente sus conocimientos en la materia de la que es experto (lingüística) y los métodos y procesos que hacen posible su enseñanza y aprendizaje (pedagogía), sino que además reflexiona de forma directa e indirecta (a través de sus alumnos) sobre su labor (psicología).
Esta definición me suscita tres preguntas a modo de reflexión cuyas respuestas caen por su propio peso: en primer lugar, ¿a qué sirve, efectivamente, conocer a la perfección el contenido si no eres capaz de transmitirlo adecuadamente?; en segundo lugar, ¿de qué sirve una buena metodología, por muy innovadora que sea, si tienes profundas lagunas de contenido?; en tercer lugar, ¿de qué sirve conocer en profundidad el contenido y las técnicas más innovadoras si tu rigidez no te permite reflexionar sobre tu propia experiencia y adaptarte tú y adaptar tus métodos a las necesidades del grupo?
Mi conclusión y respuesta a estas tres preguntas es que no existe ni debe existir una jerarquía entre estas tres disciplinas, sino que las tres han de complementarse constantemente y completarse progresivamente si se aspira a ser un buen «facilitador».

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