Intentar establecer una jerarquía a
priori entre estas tres disciplinas podría llevarnos a caer en un sinsentido.
La primera pregunta que debemos hacernos es qué tenemos que tomar como punto de
referencia para establecer esta jerarquía. En mi opinión, crear una
clasificación entre tres disciplinas que a simple vista no presentan relación alguna
entre ellas es imposible, ya que cada una de ellas tiene un ámbito de
aplicación totalmente exclusivo y delimitado de las demás.
Sin embargo, si tomamos como objeto
de referencia la figura del enseñante de lenguas, entonces sí que podríamos
intentar establecer una jerarquía; o mejor dicho: entonces sí que tiene sentido
hablar de «relación» entre estas tres disciplinas.
Como todos sabemos, el lingüista
estudia la ciencia del lenguaje; el pedagogo, los métodos y procesos que
permiten la enseñanza y el aprendizaje de una ciencia; y el psicólogo, el
funcionamiento de cualquier tipo de proceso mental. Ahora bien, ¿cómo confluyen
estas tres disciplinas en la figura del enseñante de lenguas?
Como explica Pérez de Obanos en La competencia docente y el desarrollo
profesional: hacia un enfoque reflexivo en la enseñanza de ELE (2009), el «facilitador»
(enseñante de lenguas) no solo busca ampliar progresivamente sus conocimientos
en la materia de la que es experto (lingüística) y los métodos y procesos que hacen
posible su enseñanza y aprendizaje (pedagogía), sino que además reflexiona de
forma directa e indirecta (a través de sus alumnos) sobre su labor (psicología).
Esta definición me suscita tres
preguntas a modo de reflexión cuyas respuestas caen por su propio peso: en
primer lugar, ¿a qué sirve, efectivamente, conocer a la perfección el contenido
si no eres capaz de transmitirlo adecuadamente?; en segundo lugar, ¿de qué
sirve una buena metodología, por muy innovadora que sea, si tienes profundas
lagunas de contenido?; en tercer lugar, ¿de qué sirve conocer en profundidad el
contenido y las técnicas más innovadoras si tu rigidez no te permite reflexionar
sobre tu propia experiencia y adaptarte tú y adaptar tus métodos a las
necesidades del grupo?
Mi conclusión y respuesta a estas
tres preguntas es que no existe ni debe existir una jerarquía entre estas tres
disciplinas, sino que las tres han de complementarse constantemente y completarse
progresivamente si se aspira a ser un buen «facilitador».
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