El contenido de esta sesión me resultó particularmente útil para revisar algunos conceptos sobre qué es y cómo se ha de llevar a cabo la evaluación. Considero, asimismo, que es deber fundamental de un buen enseñante saber cómo, cuándo y en base a qué evaluar.
- El primer concepto que, en mi opinión, es preciso modificar es el que concibe la evaluación como un proceso que pasa únicamente por la figura del alumno: al contrario de lo que se cree, el alumno puede constituir –y constituye de hecho– un indicador directo del grado del éxito de la labor del profesor. En este sentido, la evaluación se concibe como un proceso que también pasa por la figura del docente para revisar el grado de adecuación de su acción en el estudiante y a través de la figura del estudiante.
- El segundo concepto que creo que es necesario revisar es el que concibe la evaluación como un «acontecimiento» que tiene lugar de forma aislada al final del recorrido del aprendizaje: la evaluación, por el contrario, forma parte directa e inexorable del aprendizaje y es un proceso que toma muestras continuas y de manera sistemática de los cuatro factores que convergen en él, es decir, la labor del enseñante, la evolución del aprendizaje del alumno, el contexto en el que tienen lugar éstos dos y el contenido y la estructura del proceso.
- La evaluación debería ser un proceso realístico y libre de subjetividades, lo cual no quiere decir que deba ser un proceso rígido y cerrado: la evaluación debe tener un enfoque interactivo (ha de involucrar tanto al profesor como al estudiante) y factible (ha de basarse en muestras reales), pero sin saltar por alto aspectos importantes y determinantes de cara al resultado como lo son las necesidades educativas del estudiante, sus características personales y su contexto.
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