La comunicación surge
ante la necesidad que tuvieron nuestros ancestros de transmitir a quienes les
rodeaban sus impresiones, sentimientos, emociones, etc. Surge de forma
espontánea, en un contexto genuino y de forma oral. La escritura llega mucho
después, ante la necesidad de representar los pensamientos, pero carece de la
espontaneidad de la lengua oral y está sujeta a convenciones arbitrarias que
varían de unos pueblos a otros.
No pretendo restar
así importancia al aspecto escrito de la lengua, pero sí considero que su
dimensión oral debería adquirir mayor relevancia en la clase de lenguas
extranjeras, ya que es, indudablemente, la que mejor cumple el objetivo
original de la comunicación. Hasta hace relativamente poco, los manuales y la educación
en general daban escasa importancia a los aspectos oral y expresivo de la
lengua, centrando casi la total atención de su didáctica en los aspectos léxico-gramatical
y escrito, lo que hacía que la experiencia de aprendizaje del estudiante fuera
poco productiva y altamente artificial. Sin embargo, el enfoque comunicativo revolucionó
por completo la metodología de la enseñanza y el proceso de aprendizaje de lenguas
extranjeras, por acercarlo al proceso natural de adquisición de la lengua materna
en el ser humano y conferir especial importancia al factor comunicativo.
Yo, personalmente, doy
mayor peso a la expresión oral que a la escrita, entre otros motivos porque es
prácticamente el único momento de la semana que tienen mis estudiantes para trabajar
la oralidad e interactuar en español. Hoy, por ejemplo, quería trabajar el uso
del pretérito imperfecto con una de mis estudiantes. Para ello, me he servido
de una vieja noticia del Prestige: en
primer lugar, le he explicado que este barco se hundió frente a costas españolas
cargado de petróleo y que causó la mayor catástrofe medioambiental de la
historia de España; luego, hemos visto juntos un vídeo que acompañaba a la
noticia; por último, tras el éxito de la compresión audiovisual, hemos leído la
noticia y analizado aquellos puntos léxico-gramaticales que desconocía o que
revestían mayor dificultad. Tras el éxito de la compresión escrita, le he hecho
una serie de preguntas con el objetivo de resumir el argumento, a las que ha
contestado oralmente. Tras la exposición oral, en la que la chica además ha
aportado su propia reflexión sobre el tema, le he hecho algunos comentarios a
modo de corrección sobre algunas frases y la pronunciación de algunas palabras.
Al final de la clase, le he pedido que busque en casa información sobre una
catástrofe medioambiental similar que forme parte de la historia de Italia (por
ejemplo, la historia del Costa Concordia)
y que elabore una breve redacción siguiendo el esquema de la noticia que hemos
visto acompañada de su propia reflexión personal. La semana que viene dedicaremos
los primeros minutos de la clase a leer esta redacción.
Le he pedido que elabore la redacción en casa
porque en sus libros y en Internet encontrará todo el material y la información
que necesita para hacerlo, porque así seguirá reflexionando sobre el uso del
imperfecto y descubriendo sus formas activamente. De esta manera, he conseguido
también estimular su imaginación, al sugerirle que busque una historia similar
y que cree un «informe» para mí. Por el contrario, en la hora y media que hemos
pasado juntos he preferido trabajar la oralidad, que es uno de sus puntos
débiles a causa de la falta de costumbre. Mi objetivo hoy no era que aprendiera
a usar sistemáticamente el imperfecto o sus terminaciones (algo que ya hace en
el colegio y que, en mi opinión, interiorizará verdaderamente a través de otros
métodos más efectivos como la lectura de libros, periódicos, etc.), sino mostrarle
que en español existe este «modo» de expresar acciones o sucesos haciendo
referencia al pasado e incentivar en ella un proceso de asimilación progresivo
y de descubrimiento de la lengua mediante el uso real de la misma, como lo es
leer un periódico, ver un vídeo, escribir una noticia, buscar información, etc.
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